Hablar del Rakú, de sus orígenes, de su historia y de los que han sido portadores a la cultura occidental, lo hago de una forma extensa y completa en Historia del Rakú
Desde el año 1984, vengo impartiendo cursos de Rakú en el taller Gorfolí. A lo largo de todos estos años he podido comprobar las inagotables posibilidades de esta técnica .y su influencia en toda mi obra. . La filosofía Zen en la que se fundamenta hace replantearnos la situación del hombre frente a la naturaleza e incluso el sentido del arte cada vez más fragmentado y en crisis. Con el rakú creemos en la perfección de nuestros orígenes, en lo primario, en ser lo que somos desde un principio.
Estos elementos hacen que esta técnica sea diferente. Es una mirada al pasado, a valores de unión con la naturaleza
Todos estos aspectos tienen un gran interés para mi, y los voy a abordar como trazos, pinceladas, espacios, que le corresponde recibir a esta técnica :
El carácter investigador, creativo y de experimentación que conlleva el rakú, al no existir límites para el uso de los materiales.
Sus posibilidades pedagógicas, su relación con sistemas de valores, que nos acercan a la naturaleza. Un enlace entre objeto y realidad /persona y entorno. Todo ello contribuye a que las personas que participan en estos procesos puedan ver en toda su amplitud los resultados y por tanto, asimilar más fácilmente los desarrollos cerámicos, a diferencia de la cerámica tradicional donde el principio y el fin se difumina en el tiempo.
Las personas somos intrínsecamente activas desde nuestros inicios, y a lo largo de nuestra vida: La actividad física y mental es la que permite desarrollarse; sentir y conocerse a si mismo y a la realidad externa..
El rakú encierra técnica y filosofía que garantiza esta intervención personal
Si veo una flor, no sólo debo verla yo a ella, sino que también ella debe verme a mi: si no es así, no hay visión real. Cuando tiene lugar esta mutua identificación, la flor es yo mismo y yo soy la flor.
En el rakú las obras nunca estarán acabadas pues existe un desgaste, una descomposición, un cambio en los colores... El devenir marca las relaciones entre los elementos
En el rakú se concede gran importancia a la espontaneidad.
En el rakú participas no observas.
La enseñanza debe ser expuesta y comprendida en la misma forma en que podemos dar un paseo por el campo: no al margen de la acción, sino con la acción y en la acción.
En el rakú el proceso es tan importante como la realización del objeto
En el rakú lo casual juega un papel importante.
En el rakú las obras son más personales que en cualquier otra técnica.
Cada cosa, cada objeto individual está en cada uno de los otros objetos individuales
Las decisiones que se toman en el rakú son parte del propio proceso y resultado.
Con el Rakú se intuye y valora la cerámica y su capacidad de emoción.
El rakú requiere procesos rápidos.
En el rakú es preciso saber sobre las características de la arcilla, de los esmaltes y de los hornos.
En el rakú es necesario abrir el horno y saber lo que está pasando dentro.
Cuando tiene lugar la absorción de la individualidad en algo superior, aparece la intuición
En el rakú el olor de la combustión y la visualización del interior del horno es parte también del proceso.
En el rakú nada se interpone entre lo que se trata de expresar y la expresión.
Lo que es necesario para hacer algo perfecto a partir de lo imperfecto es la presencia del amor espiritual del artista hacia el objeto.
Los procesos de enfriamiento de la cerámica son parte de los resultados y estos son fruto de nuestro propio estado de ánimo.
El rakú es imprevisibilidad, está más allá de la lógica y los cálculos del sentido común
En el rakú la pieza envejece y nos muestra el paso del tiempo a través de la belleza de la pieza.
No hay ninguna enseñanza especial: las cosas más comunes de nuestra vida cotidiana encierran un profundo significado que es no obstante, de lo más claro y explícito.
En el rakú los procesos son tan rápidos que la pieza adquiere en minutos la pátina del tiempo.
Lo que realmente lleva a cabo un artista no es sugerir lo que es omitido, sino hacer que la realidad toda se refleje en la pequeñas cosas que están a nuestro lado.
En el rakú detienes los procesos o los alargas formando parte de la creatividad.
En el rakú no se imita a la naturaleza sino que se opera a través del arte del mismo modo que opera la naturaleza.
El rakú es participativo.
Cuando la belleza de la imperfección se acompaña de antigüedad o primitiva tosquedad, tenemos un resplandor.
En el rakú te obligas a tocar las piezas y frotarlas.
Con el rakú se puede expresar la verdadera "mismidad" de un fenómeno o situación, su misterioso espíritu viviente que forma parte de la esencia siempre cambiante de la existencia.
En el rakú se exige una intuición que fluya libremente.
La misión del artista no es, pues, copiar o imitar la naturaleza, sino conferir a su obra un hálito de vida.
En el rakú no debe existir dualidad entre el propio yo y la obra.
El rakú obliga a formas simples.
En el rakú la naturaleza fluye espontáneamente.